miércoles 16 de mayo de 2007

Entretres » Zongolica y el lobo feroz

La verdad puede conquistar y vencer si le damos siquiera una oportunidad”: Jan Masaryk.

El 26 de febrero de 2007, en el Hospital Regional de Río Blanco, Veracruz, falleció una mujer identificada como Ernestina Ascensio Rosario, procedente de la Sierra de Zongolica. Por la ineptitud de la clase política mexicana, la causa de la muerte de esta persona sigue siendo tan oscura como alguna vez lo fue la osamenta que encontraron en la Finca El Encanto. Presuntamente, el diputado Muñoz Rocha había sido asesinado por Raúl Salinas y sus restos habían sido sepultados en una finca del victimario. El sitio para buscar los restos fue indicado por una “vidente” conocida como La Paca y en el sitio que ella señaló apareció una osamenta, que después resultó ser de un familiar de La Paca y no de Muñoz Rocha. Al parecer, los que sembraron la osamenta no sabían que una prueba de ADN podía determinar si se trataba o no de Muñoz Rocha.

A la clase política mexicana le gusta hacer escándalos al estilo de “allí viene el lobo”, pero al menos un sector de la sociedad está cansado del jueguito. Vale la pena recordar que en el caso de la Finca El Encanto se involucró un gobierno priista y un procurador panista. Hoy, en el caso Zongolica, los gritos son, sobre todo, perredistas y priistas. Más allá de las supuestas diferencias entre los partidos, a todos les encanta gritar que allí viene el lobo, pero ¿de veras viene?

Resulta difícil escribir sobre el caso Zongolica porque la información cambia cada día: “que sí”, “que no”, “que siempre sí”, “que siempre no”. ¿Fue violada y golpeada en la cabeza o murió por causa de una “anemia aguda, debido a un sangrado en el tubo digestivo ocasionado por úlcera péptica”? Las versiones encontradas están destruyendo la poca credibilidad que le queda a las instituciones mexicanas. La Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz (PGJEV) lanzó con bombo y platillo la versión de que fue violada y asesinada, pero lo hizo con base en un dictamen que no determina el delito. En los oscuros vericuetos de las artes leguleyas, una cosa es el dictamen pericial y otra la consignación. Una cosa es lo que dijeron los peritos médicos y otra cosa lo que concluyó el agente del ministerio público. En este caso, el ministerio público ya determinó que no hubo delito, pero no nos aclaró las contradicciones: ¿por qué primero dicen que, según sus peritos, sí hubo violencia y ahora concluyen que siempre no? ¿hubo errores? ¿hubo mentiras? ¿qué pasó? ...


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